jueves, enero 27, 2011

De Montreal (Día 3)

Amanece domingo, como es costumbre nos levantamos un poquito tarde y charlamos como siempre, parece que nunca se acabara el tema para conversar, todo el mundo a arreglarse porque nos vamos para la calle.

Llegamos al famoso Ikea, mi prima quiere comprar una especie de molinillos a batería que sirven para hacer espuma, son regalos para algunas mujeres que aún están en Suramérica. El almacén es impresionante, hay tantas pendejadas interesantes, el tema no es que me mate pero aún así me llama la atención. Luchamos para conseguir los dichosos aparatos y nos damos a la fuga, hay más cosas para hacer.

Cruzamos Montreal en busca del antiguo barrio donde vivían, ahí hay un supermercado de gente del medio oriente que vende unos dulces según ellos bastante especiales. Hay mucha gente en el almacén, buscamos lo que queremos pero según ellos no se encuentran, ya como que no los venden ahí, compramos otras cosas diferentes y tratamos de pagar pero la niña menor hace un berrinche monumental por otros dulces, el grito y la lágrima se dejan ver, mi prima hace un comentario acerca que no debo dejar de tener niños, es como una mofa que deja ver que a todos se nos rebosa la copa.

Les había prometido un almuerzo y ya se acabó el paseo así que es hora de cumplir, vamos a una plazoleta de comidas cruzando la calle, no logramos decidirnos en el tipo de comida a ordenar y cuando al fin entramos a un local les pido que pregunten si reciben la tarjeta de crédito y la respuesta es negativa. Buscamos otro lugar con el gps, es una cadena de restaurantes fina pero no importa, es la despedida.

Nos hacen esperar un poco por la mesa, está repleto, la comida de mar es la especialidad del día y yo ordeno sin medirme, quiero que se sientan a gusto, la comida es realmente buena, comemos hasta la saciedad pero no podemos dejar de lado los postres. Recibo la cuenta y veo con agrado que no cobran los platos de las niñas, me parece una técnica de mercado más que apropiada.

Salimos para la casa de unos amigos, es una familia que viajó un poco antes que ellos y de los cuales no tengo las mejores referencias. Hacemos la visita correspondiente y llega la noche, chismes van y vienen y trato de ser agradable, me preguntan acerca de mi viaje en la aerolínea porque planean traer a una suegra y quieren saber bien todo el rollo. De nuevo a partir con dolor, hay que alistar la maleta y descansar porque mañana el día será largo.

domingo, enero 23, 2011

De Montreal (Día 2)

Nos levantamos temprano porque vamos a salir al downtown, voy con el esposo de mi prima como guía a hacer el recorrido que no pudimos hacer con ella, él tiene mejor ubicación espacial y ella se va a quedar con las niñas para que nosotros podamos salir.

Llegamos en el carro y lo parqueamos en una calle algo retirada de nuestro destino, allá, como acá, hacen obras en la vía y la de las galerías de arte está cerrada. Subimos hasta el último piso del edificio para empezar a mirar, son galerías privadas y de arte moderno, así que se ven muchas cosas extrañas, videos e instalaciones que siempre me hacen reflexionar acerca del "arte".

Él aprovecha la visita y yo lo sigo con mi ignorancia, decidimos bajar al viejo puerto que es muy bonito, no tanto como el de Quebec, de acuerdo a lo que me había dicho su compañero, pero igual tiene mucha belleza, me cuenta de las actividades de invierno y las buenos planes para hacer, tratamos de entrar a una catedral gótica pero cobran la entrada así que desistimos.

Me lleva a la catedral de Saint-Joseph. Es una colina muy bonita que me permite apreciar la inmensidad de la ciudad, además de un centro de peregrinación bastante concurrido, me da pena que tenga que pagar el parqueadero pero no tengo efectivo, adentro muchos escalones y gente rezando, mi abuela se habría maravillado con la iglesia pero a mi ya no me sorprenden tanto. Él me toma la única foto en la que apareceré, ésta también se perdería con todas las demás.

Ya se acerca el mediodía y es el momento de regresar a casa, mi prima está sola y necesita ayuda con las niñas, son las desventajas de los hijos, por no decir de la familia, cada pequeño detalle que entorpece mis planes me hace reconsiderar el tener una familia, pero tanta soledad tampoco es conveniente, ojalá encuentre el punto medio, el punto perfecto.

Almorzamos ya tarde y nos quedamos simplemente allí, no es mi tipo de plan pero lo entiendo, lo acepto, ya se acaba el viaje y solo me resta pensar en el regreso.

viernes, enero 14, 2011

De Quebec - Montreal

Me levanto sin afanes porque el marido de mi prima tiene que terminar el trabajo y saldremos hacia media mañana para Montreal, no hay afanes, pero como siempre, estoy muy listo con antelación. Mientras tanto veo televisión, sorprendiéndome la cantidad de cosas que logro entender a pesar que los programas están en inglés, el closed caption ayuda mucho y definitivamente mi oído ha mejorado resto.

Él me llama y dice que ya salimos, salgo de la habitación y lo espero sobre la carretera, todo está listo para el viaje de vuelta, hablamos un poco de todo, hay mucho cuaderno para desatrasar, siempre hemos tenido una confianza especial. Llegando a la casa hay que comprar algo para acompañar la bandeja paisa al estilo canadiense, se hace lo que se puede, siempre es que la cocina de la casa tiene un sabor especial.

Pasamos la tarde conversando y ríendo, él tiene que ponerse al día con su familia, yo veo pasar el tiempo sin afán, sin muchos planes, en la noche salimos a comprar un árbol de navidad muy bonito, tomamos una botella de vino y celebramos por el amor filial.

viernes, enero 07, 2011

De Quebec

Madrugo muy temprano para esperar al compañero del marido de mi prima que me llevará a Quebec en el carro de la compañía. El tipo llama para decir que ya casi está llegando, le digo que cuando esté frente a la casa timbre de nuevo y yo bajo de una que estoy listo, lo hace e intento bajar pero no logro abrir la puerta, vuelve a timbrar y le cuelgo de nuevo según lo acordado pero nada que logro salir, el man probablemente no me entendió porque al ver que no salía timbró en la puerta de la casa y despertó a las niñas, cosa que obviamente no quería, mi prima salió de su cuarto y me despidió.

Abordo el carro y trato de hablar de alguna pendejada sin sentido, el viaje será como de tres horas y hay que entretenerse, por lo menos el man pone buena música y es una persona joven, así que conversamos lo más que podemos. El paisaje del camino es entre melancólico y desolador, estamos a puertas del invierno y el otoño ha hecho lo propio en los árboles, cuando medio sale el sol no calienta mucho y en la única oportunidad que me bajo del carro, durante la tanqueada, siento ese viento frío que me invita a morir.

Llegamos a Quebec y entramos al hotel donde ellos se quedan, llama al marido de mi prima que llega unos minutos después y nos encontramos, es muy bueno volverlo a ver, han pasado varios años, los cuales han hecho estragos en ambos, noto sus canas en la sien y él mis kilos de más, chistes flojos de saludo y de una para el centro.

Me deja en un edificio histórico de la ciudad, junto a un parque y un fuerte creado para la guerra, de nuevo el liviano sol intenta salir pero no calienta nada, el que sí hace lo suyo es el frío que cala los huesos, ahí trato de abrir un hueco en la tierra y morir lentamente pero ni siquiera logro sacar mis manos de los bolsillos, me dedico a caminar muy rápido para tratar de evitar el congelamiento, cada intento por detenerme a contemplar el paisaje es un azote del viento así que sin rumbo fijo deambulo.

Tomo el mapa y me ubico, recorro todo el centro aprenciando la arquitectura, las calles son estrechas y casi peatonales, todo es muy bonito, el compañero de trabajo del marido de mi prima me dijo que conocer el centro histórico de Quebec ante del de Montreal no era buena idea porque el primero opacaba completamente al otro, así que el segundo no se disfrutaría tanto a pesar de su belleza, ando con esa idea en mente pero pienso dejarlo para luego, por ahora tomo muchas fotos de lindas estructuras y decido bajar al puerto.

El puerto es y no es una buena idea, lo es porque es muy bonito y acogedor, doy una larga caminata alrededor y aprecio los monumentos, pero no lo es porque el viento da tan de frente que siento mi nariz desprenderse lentamente de mi cara. Ahí decido que es un buen tiempo para tomar algo caliente, asciendo un poco hasta encontrar un lugar para comprar un café que está dentro de algo que parece un castillo, espero que una señora asiática compre un café a través de señas mientras las tenderas le piden por alguien que hable inglés o francés, de todas maneras concretan la transacción y me imagino que así estaré yo cuando vaya al lejano oriente. Al contarle esa experiencia a alguien me dijeron que ese castillo es un hotel de los más famosos del mundo, carita de asombro.

El almuerzo es el mismo de todo el viaje, no me atrevo a entrar a esos lindos restaurantes por miedo al idioma y al ridículo, no tanto a sus precios que siempre están escritos junto a la comida del día en un pizarrón junto a la entrada. Bajo al centro histórico y me siento como en Europa, las calles adoquinadas con pequeños negocios, muchos asiáticos turistas y yo tomamos fotos, se ve completamente envidiable el vivir allí, pero lo considero un oropel: Tanta calma debe enloquecer, prefiero el bullicio y la diversidad de la ciudad.

Es hora de regresar al punto de encuentro y lo hago a través de un lado diferente del fuerte, hay mucha gente corriendo y decido seguirlos por unas escaleras para bajar al río, a mitad de camino desisto, mis piernas no dan para tanto, asciendo de nuevo al parque y me encuentro con el marido de mi prima. En la noche vamos a comer los tres una comida típica canadiense, no es nada del otro mundo pero aguanta, hablamos un rato y no se hace nada más, a dormir porque mañana hay que regresar a la capital.