miércoles, noviembre 20, 2013

Del Aguacero

Y llovió, no voy a decir que como hace tiempo no lo hacía, porque en realidad viene lloviendo seguido, la diferencia fue que lo vi venir, a través de las ventanas pude observar las nubes caminar sin vacilación hasta descargar toda su furia sin piedad, definitivamente llovió.

A pesar del ímpetu del aguacero, llegué a pensar que todo seguiría igual, solo esperaba que parara de llover para cuando tuviera que acercarme al transporte público, ya que hacer parte de semejante tumulto bajo cualquier asomo de lluvia lo hace más insoportable. Y así fue, paró de diluviar, pero no todo estaba igual, increíblemente no existía el tumulto de siempre, en lugar de eso había menos gente y parecíamos ciudadanos con cultura, filas ordenadas para pasar por el torniquete, nadie empujaba y por inverosímil que parezca, el ingreso era más eficiente que cuando nos comportamos como vacas en el matadero.

El problema con la felicidad es que dura poco, y me duró bien poco, porque aunque el ingreso fue ágil, el sitio para esperar el bus estaba más atestado de lo normal, casi no había paso para seguir caminando hacia las otras puertas y a pesar de eso la gente se seguía agolpando a la espera de la dichosa ruta.

Para los que conocen el sistema saben que eso no es ninguna novedad, ahí volvemos a nuestra idiosincrasia del vivo vive del bobo, de no respetar a los demás, de lo importante es que yo esté bien y el resto que se jodan; lo que me parece más particular es que son las mujeres quienes más pelean, se gritan y se insultan sin entender que somos parte de una masa amorfa y sin decisión, ojalá nos pareciéramos más a esos bancos de sardinas que se mueven de manera coordinada para evitar ser cazadas, en lugar de eso somos vacas topas y torpes mugiendo con desesperación.

Y llovió, y como cada vez que llueve, la ciudad se enloquece más de lo normal, nos desesperamos con más facilidad y somos más agresivos, pero hay situaciones que son comprensibles, el problema es que descargamos nuestro enfado con las personas incorrectas, con las que están en la misma situación que nosotros y que tampoco nada pueden hacer.