jueves, octubre 22, 2020

De Historia Oficial Del Amor

Hoy no me robo ninguna página de Ricardo Silva Romero porque eso seria una afrenta, una de verdad, una de esas que uno sabe que no debe hacer...

O tal vez no es ni siquiera por eso, puede que sea porque todo el libro es tan bueno, tan fascinante, tan indescriptible, que robarse unos párrafos seria una afrenta contra todos los demás, una de verdad, una de esas que uno sabe que no debe hacer...

No me imagino eligiendo a un "personaje" por encima de los demás, a Ricardo o a Eduardo padre, o a Marcela o a Romero Aguirre, porque eso realmente sería una afrenta, una de verdad, una de esas que uno sabe que no debe hacer...

Y qué tal escoger una década de entre todas: la más reciente porque la he vivido, la que fue de mi adolescencia o mi infancia porque la pueda poner sobreponer a los hechos de esa familia, o los agitados sesentas y setentas porque trataron de ser diferentes a las demás, o los cincuentas y las personas de sombrero y ruana, o el Bogotazo y lo que significó para nuestro país, o tal vez la añoranza de unos años veinte y treintas simplemente porque todo tiempo pasado fue mejor, pero no, eso sería una afrenta, una de verdad, una de esas que uno sabe que no debe hacer...

Podría recomendarles el libro, si es que alguien todavía pasa por acá, pero la verdad es que soy lo suficientemente egoísta como para no hacerlo, realmente quiero que sea solo mío, que nadie nunca jamás lo lea, que no lo disfruten, que no se pierdan en él como lo hice yo, pero eso sí que sería una afrenta, una de verdad, una de esas que uno sabe que no debe hacer...


jueves, agosto 13, 2020

De Cómo Perderlo Todo

 ...

-¿Y usted sí me quiere a mí más que a su exmujer?

-Si.

-¿Mucho mucho mucho más?

-Sí.

-Pero yo estoy segura de que usted me puso los cachos con la administrador zángana esa que trabajó un tiempo en el restaurante: ¿no es cierto que sí?

-No.

-¿Ni una sola vez?

-Ni una sola.

-¿Ni un beso ni un pico?

-Ni uno solo.

-¿Y ni siquiera en la finca esa en Cachipay en donde fueron a cantarle canciones viejas a la esposa vieja del profesor viejo?

-Ni siquiera allá.

¿Pero por qué?

-Porque a mí esas cosas me dan miedo.

-¿Miedo de qué?: ¿de que lo agarre?

-De que me quede sin usted: dónde voy a encontrar yo una mujer que sí me quiera.

...

-¿Y cómo sé yo si me está diciendo la verdad?

-Porque míreme, Emperatriz: yo soy muy feo -le dijo él con los ojos entrecerrados como si estuviera quedándose dormido.

-¿Y qué?

-Y no soy inteligente ni soy ingenioso ni soy valiente.

-¿Y qué?

-Que sólo a usted se le ocurre que alguien quiera algo conmigo, mija: usted es la única persona que se pone celosa conmigo.

-Será que soy una fea y gorda entonces.

-Fea no, pero dígame qué hacía usted comiéndose un segundo pastel gloria a las diez de la noche la otra noche.

-Muy bien -recapituló ella en parte avergonzada, en parte fascinada, en parte molesta por esa última verdad-: entonces somos un par de feos condenados a estar juntos.

-Pues sí, pero usted mucho menos.

-Y vivimos es resignados el uno al otro.

-Pero en el buen sentido.

-¿Cómo así?

-Que yo estoy resignado a quererla a usted.

-Ay, no, no me diga que usted es el mártir del calvario.

- Y es que usted es mandona y es creída, y cuenta los mismos cuentos mil quinientas veces hasta que le dan a unos ganas de llorar como lloran los guaduales, y no me deja hablar cuando vamos a la casa de los amigos porque se pone toda protagónica, y yo me he vuelto uno de esos esposos que prefieren decir a todo que sí y quedarse callados para no meterse en líos, y me alivia mucho cantar y cantar la voz baja de "por aquí voy llegando, señora María Rosa...", y usted se pone brava conmigo porque me demoro media hora en el baño, y antes era calladita y ahora qué trabajo pa'que se duerma, y me deja como un cuero enfrente de la gente porque usted es la mejor vendedora de bienes raíces que hay (que además es cierto) y me regaña cuando me demoro haciendo las vueltas que me manda a hacer, y sudo frío si lo hago mal, pero mi vida es estar con usted.

...


Tomado del libro Cómo perderlo todo de Ricardo Silva Romero.