jueves, febrero 10, 2011

De New York - Fort Lauderdale - Bogotá

Fue una noche larga, algo pude dormir pero de todas maneras me despertaba a cada ratico por la incomodidad y por estar pendiente que no me fueran a robar, de todas maneras el sueño es algo muy poderoso.

Me levanto antes que todos mis compañeros de sala para alistarme y para verificar si hay algún almacén de souvenirs abierto en la madrugada, lo que no hice en todo el viaje trato de cubrirlo a última hora. Mientras me doy la vuelta noto que hay muchas personas haciendo fila para ingresa a las salas, así que verifico los almacenes y decido pasar a las salas porque nunca se sabe, no he comida nada y espero que adentro haya algún puesto de comida.

Efectivamente hay muchas personas por todas partes, no hay donde sentarse y los puestos de comida están abarrotados de personas, me siento en la sala de embarque y me doy cuenta que muchos compatriotas también van para casa; no faltaron las típicas pereiranas, así es nuestra idiosincrasia, veo una que otra vieja que aguanta y espero con tranquilidad.

Abordamos el avión que está hasta las teclas, de nuevo veo la niña interesante porque ingresa casi de última, el piloto hace un apunte gracioso acerca de ciertos aparaticos de comunicación y otro acerca de la duración del vuelo. Las horas pasan sin mayor novedad, cuando nos acercamos a la costa veo con mucha curiosidad lo rectas que son las playas de Miami, es como si las hubieran trazado con una regla, se siente la diferencia en la temperatura y veo como el horario está algo apretado, espero me den tiempo de comprar algo, sigo con mucha hambre.

Fallo al intentar comprar tu perfume porque desembarco por una puerta y entro por la otra sin ni siquiera mirar a los lados, veo unos turistas extranjeros con nuestro mismo destino y parecen estar más desubicados que yo, me siento y parece que voy a ser el único pasajero de la silla hasta que llega ella, la misma pelada de todo el viaje, la voy a tener ahí cerquita, a mi lado, esto hasta que llega el marido y mi sueño se derrumba, parecen recién casados y yo solo quiero llegar a mi casa.

De nuevo, gracias a Dios, un vuelo sin contratiempos, llamo a mi papá que me responde que no me puede recoger porque tiene pico y placa, tomo un taxi cuyo conductor me pregunta de dónde vengo, le comento por encima y dice que no hay nada como la patria, estoy de acuerdo y le aclaro que éste paraíso tropical sería un mejor destino turístico si nosotros tuviéramos una mejor cultura, si fuéramos educados y corteses, eso mientras una buseta nos cierra y él le devuelve el favor. No hay duda, estoy en casa. El viaje ha terminado.

martes, febrero 01, 2011

De Montreal - New York

Me levanto temprano porque es el día de la partida, soy el primero en estar de pie, lo hago a propósito para que mi prima y el marido se incorporen también ya que él me va a llevar a la estación del tren antes de salir para Quebec a continuar con su trabajo.

Tomamos el desayuno en familia y nos despedimos con mi prima, hay un poco de nostalgia porque no se sabe cuándo nos volveremos a ver, además, porque soy el primer familiar que la visita en estos años y pues hace falta el hogar. Llevamos a las niñas a la escuela y partimos hacia Montreal.

Tenía la errónea percepción que el marido de mi prima tenía más claro como llegar a la estación así que no hice la acostumbrada visita a los mapas, además llevamos el gps y demás, tenemos buen tiempo así que relajados. Pero de un momento a otro todo se complica, él me pregunta que si me acuerdo por dónde es y no le puedo responder, de noche todos los gatos son pardos, giramos en la calle equivocada y ahora estamos tan cerca y tan lejos.

Llamamos a mi prima quien busca en los mapas y nos da la indicación, miro el reloj afanado pero no tanto por mi sino por el marido de mi prima que se demorará en llegar a Quebec, me da pena pero ni modo. Nos despedimos de afán y entro a la estación.

Me acerco a la estación de Amtrak donde el dependiente me pregunta en un fluido español que si soy colombiano, me da risa y en mi parco inglés le digo que sí, empiezo a hacer la fila para tomar el tren mientras mucha gente se va acercando, hay personas que llevan muchas maletas. Me siento cerca a tres franceses y me acomodo cual experto para el largo viaje, zapatos afuera, audífonos, estirado cual largo soy y listo para arrancar.

El viaje es largo pero no extenuante, me da tristeza que terminen las vacaciones, ha sido una experiencia maravillosa, duermo mucho y escucho mucha música, el paisaje cambia mucho a lo largo del recorrido, bordeamos los lagos que son muy bonitos, el otoño le abre paso al invierno y todo parece de película, en menos de dos horas llegamos a la frontera gringa y llega la revisión de inmigración, me hacen cambiar de vagón debido a mi pasaporte y el oficial me pregunta que si soy francés, yo no le entiendo y dice que es una invasión francesa, las otras personas en el vagón se ríen y ahí lo capto, le doy mi pasaporte y me dice que me siente y espere a otro oficial.

La señora que me atiende es muy amable, me pide que llene un formulario pero le digo que tengo una colilla igual en mi maleta, pide que la traiga y cuando voy a regresar al vagón vienen más oficiales con un perro con el que no me quiero cruzar, sale otra oficial y me pregunta que por qué estoy parado ahí, le digo que el perro es muy grande y me dice que camine, revisan todo sin problemas y ya estoy en Estados Unidos otra vez.

Paso la mañana y voy al restaurante a comprar algo de comer, pido una cerveza y me piden una identificación, pago con el único billete canadiense que me quedaba porque sé que no lo voy a necesitar más, la jornada avanza y cuando ya es de noche se divisa New York, no tengo ni idea de por dónde entramos pero Manhattan está ahí cerca.

Me bajo en la estación y trato de ubicarme, había estado ahí pero en la superficie así que salgo por donde me parece lógico, tomo un taxi que me lleva a Laguardia, es un largo recorrido y el conductor no para de hablar por teléfono, me arranca el costo de la carrera y busco a la dominicana que me atendió la vez anterior pero no la encuentro, ya casi están cerrando el lugar pero igual me venden un par de cervezas; me despachan del sitio y doy vueltas por el aeropuerto para matar el tiempo, me quedo en el segundo nivel donde, ya con más experiencia, me acuesto a mi gusto esperando que sea la hora de tomar el avión de regreso a casa, hay más colombianos haciendo lo mismo así que no me preocupo.