jueves, octubre 27, 2011

De Un Detalle De Amor

En las relaciones que he tenido, que son bien pocas, siempre he tenido la misma falla, carezco de detallismo, no me refiero al detalle físico, aunque de eso tengo menos todavía, me refiero a los detalles que hacen sentir querida a una mujer.

Odio las llamadas diarias para hablar de la rutina, me burlo de las parejas que se cuentan paso a paso lo acontecimientos; me levanté y fui al baño, tenía que lavarme el cabello y llegué tarde al trabajo, me dio mucho sueño por la mañana, hizo mucho frío, todas esa nimiedades son para mi tan aburridoras...

Son tan aburridoras que una llamada de cuatro minutos para mi es una eternidad llena de Y qué más? Y qué has hecho? Y qué ha pasado de nuevo? Y qué me cuentas? Pero cuenta algo? Tan aburrido? Y el trabajo? Y tus amigos? Y tu familia? Y qué más?

Lo considero tan patético que lo volví una rutina para romper el hielo, el otro día hablaba con una señorita y la conversación se llenó tanto de silencio que recurrí al Y qué más? Pero contándole de mi suplicio en esas conversaciones, al final nos reímos de la situación porque me dio absolutamente la razón, nos divertimos tanto así que otra amiguita no resistió los celos y apenas tuvo la oportunidad me preguntó el por qué de tantas carcajadas. En fin.

La cuestión es que todas me han hecho el mismo reclamo, soy absolutamente consciente de esa falencia y me he prometido que en la próxima oportunidad trataré de hacerlo mejor, es más, lo he intentado un par de veces y he visto un avance en mi, aunque lamentablemente no ha dado los frutos esperados.

El asunto es que la última revelación me aclaró todo, si quieres que esté a tu lado tienes que llenarme de esos detalles que enamoran, un mensaje, una llamada, nada de ese silencio sepulcral que te caracteriza, te aseguro que con esos detalles conquistas a una mujer como yo. Y a las mujeres que no son como tu? No sé... Me imagino que también. Ahí fue cuando reflexioné, Y si no quiero conquistarte? Tal ves tu también deberías pensar eso...

martes, octubre 25, 2011

De Una Declaración De Amor

Y le dije todo lo que pensaba. Cosas que jamás me imaginé que le iba a decir a alguien. Lo peor de todo es que no había una gota de mentira en esas palabras. Fue una verdadera declaración de amor, de esas que no se escuchan muchas veces en la vida.

Y el silencio retumbó más fuerte que cualquier grito en la habitación. En realidad no fue silencio silencio, dijo algunas cosas, como que me agradecía que fuera tan especial con ella, tan detallista, que estuviera tan pendiente, que la hacía sentir muy halagada. Frases de cajón que sirven para limpiar culpas, pero a la hora de la verdad son tan crueles como el no rotundo.

Y luego si llegó el silencio rotundo, ese incómodo y mal cómplice que solo sirvió para escuchar a mi corazón resquebrajarse; mientras yo la miraba con los labios entreabiertos ella movía sus ojos afanosamente evitando hacer contacto visual. Hay que reconocer que fue igual de incómodo para los dos, lo digo porque he visto ambas caras de la moneda.

Y luego le dije, con todo el cariño que le tengo, que no había pasado nada, que su negativa en nada iba a cambiar mi manera de pensar respecto a ella, la amaba no por como se comportaba conmigo sino por lo que era en su individualidad. En realidad eso no lo dije, pero es la verdad; además no necesita que le eleven tanto el ego.

Y ahora que repaso la escena en mi memoria pienso que fui bastante estúpido, le dije que cambiaría las cosas que no le gustaban de mi tan solo para que estuviera a mi lado. Si eso no enamora a nadie, ya no sé qué creer.

sábado, octubre 08, 2011

De Lo Racional Y Lo Emocional

El camino racional siempre ha sido muy claro para mi, la decisión racional la tengo siempre en la mente, a flor de piel; no lucho para saber qué es lo que realmente debo hacer.

El problema radica cuando lo racional lucha con lo emocional, es decir, cuando lo que debo hacer no es lo que quiero hacer, o peor aún, cuando lo que quiero hacer no es para nada lo que debo hacer. Eso sí es un problema.

La mayoría de las veces siempre gana lo racional, lo que debo hacer, el compromiso con el presente, con el futuro, tengo claro que el camino para alcanzar mis objetivos es recto y va por el sendero del sentido común; eso sí, no tengo claro cuales son mis objetivos, pero mientras lo averiguo abono terreno.

Pero la mayoría no significa todas las veces, algunas veces lo emocional me lleva, el deseo apremia, el pecado consume y me dejo llevar, sin medir las consecuencias. Corro riesgos innecesarios, la adrenalina fluye y cuando el peligro pasa me digo que nunca más lo vuelvo hacer. Eso es cierto hasta que tengo una recaída, que últimamente ha sido bastante frecuente.

Pero tengo un buen motivo, o por lo menos eso quiero creer. Quiero darle algo de racional a lo emocional, un craso error, pero cuando uno justifica lo que hace, bueno o malo, se siente más tranquilo y esa tranquilidad permite actuar a sus anchas.

Siempre decimos que no importa la opinión de los demás, pero importa y más que un poquito, total, la carga más pesada va por dentro, esa es la que tratamos de alivianar.