martes, febrero 01, 2011

De Montreal - New York

Me levanto temprano porque es el día de la partida, soy el primero en estar de pie, lo hago a propósito para que mi prima y el marido se incorporen también ya que él me va a llevar a la estación del tren antes de salir para Quebec a continuar con su trabajo.

Tomamos el desayuno en familia y nos despedimos con mi prima, hay un poco de nostalgia porque no se sabe cuándo nos volveremos a ver, además, porque soy el primer familiar que la visita en estos años y pues hace falta el hogar. Llevamos a las niñas a la escuela y partimos hacia Montreal.

Tenía la errónea percepción que el marido de mi prima tenía más claro como llegar a la estación así que no hice la acostumbrada visita a los mapas, además llevamos el gps y demás, tenemos buen tiempo así que relajados. Pero de un momento a otro todo se complica, él me pregunta que si me acuerdo por dónde es y no le puedo responder, de noche todos los gatos son pardos, giramos en la calle equivocada y ahora estamos tan cerca y tan lejos.

Llamamos a mi prima quien busca en los mapas y nos da la indicación, miro el reloj afanado pero no tanto por mi sino por el marido de mi prima que se demorará en llegar a Quebec, me da pena pero ni modo. Nos despedimos de afán y entro a la estación.

Me acerco a la estación de Amtrak donde el dependiente me pregunta en un fluido español que si soy colombiano, me da risa y en mi parco inglés le digo que sí, empiezo a hacer la fila para tomar el tren mientras mucha gente se va acercando, hay personas que llevan muchas maletas. Me siento cerca a tres franceses y me acomodo cual experto para el largo viaje, zapatos afuera, audífonos, estirado cual largo soy y listo para arrancar.

El viaje es largo pero no extenuante, me da tristeza que terminen las vacaciones, ha sido una experiencia maravillosa, duermo mucho y escucho mucha música, el paisaje cambia mucho a lo largo del recorrido, bordeamos los lagos que son muy bonitos, el otoño le abre paso al invierno y todo parece de película, en menos de dos horas llegamos a la frontera gringa y llega la revisión de inmigración, me hacen cambiar de vagón debido a mi pasaporte y el oficial me pregunta que si soy francés, yo no le entiendo y dice que es una invasión francesa, las otras personas en el vagón se ríen y ahí lo capto, le doy mi pasaporte y me dice que me siente y espere a otro oficial.

La señora que me atiende es muy amable, me pide que llene un formulario pero le digo que tengo una colilla igual en mi maleta, pide que la traiga y cuando voy a regresar al vagón vienen más oficiales con un perro con el que no me quiero cruzar, sale otra oficial y me pregunta que por qué estoy parado ahí, le digo que el perro es muy grande y me dice que camine, revisan todo sin problemas y ya estoy en Estados Unidos otra vez.

Paso la mañana y voy al restaurante a comprar algo de comer, pido una cerveza y me piden una identificación, pago con el único billete canadiense que me quedaba porque sé que no lo voy a necesitar más, la jornada avanza y cuando ya es de noche se divisa New York, no tengo ni idea de por dónde entramos pero Manhattan está ahí cerca.

Me bajo en la estación y trato de ubicarme, había estado ahí pero en la superficie así que salgo por donde me parece lógico, tomo un taxi que me lleva a Laguardia, es un largo recorrido y el conductor no para de hablar por teléfono, me arranca el costo de la carrera y busco a la dominicana que me atendió la vez anterior pero no la encuentro, ya casi están cerrando el lugar pero igual me venden un par de cervezas; me despachan del sitio y doy vueltas por el aeropuerto para matar el tiempo, me quedo en el segundo nivel donde, ya con más experiencia, me acuesto a mi gusto esperando que sea la hora de tomar el avión de regreso a casa, hay más colombianos haciendo lo mismo así que no me preocupo.

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