domingo, diciembre 11, 2011

De La Capa Azul

Esta temporada invernal en nuestro país, trajo a mi memoria un particular recuerdo de mi niñez.

Nosotros vivíamos en un sector alejado del centro de la ciudad, que era donde quedaba el trabajo de mis papas y también la escuela a la que yo asistía. Desde que tengo memoria mi papá tuvo motos, la que más recuerdo es una Yamaha RX-115 de color rojo, como vinotinto y que tenía un golpecito en el costado del tanque; antes de esto también fue propietario de una Yamaha azul pero no hace parte de mis memorias, también está la Bajaj, la Yamaha V-80 y ya luego de todo eso vinieron los carros que fueron en una etapa de mi vida más adulta.

La que importa para el relato es la RX-115 en la cual rodaba nuestra vida familiar, todo se hacía según la disposición del vehículo, nos montábamos los cuatro con mi hermana mayor y a seguir con nuestra rutina, en ese tiempo mi hermana menor tal vez no era ni un proyecto a futuro.

En los días soleadas, que eran la mayoría, cabalgábamos sin contratiempos, pero en época de lluvias, mi papá hacía uso de su capa azul, con la cual nos tapaban a todos y tomábamos rumbo a los lugares mencionados. Como la capa era para una persona, pues el resto de los pasajeros no veíamos el lugar por el cual nos movilizábamos, así que particularmente yo, clavaba mi cabeza para ver el piso mientras mi papá acelaraba.

La ruta era siempre la misma: Girar a la izquierda en la esquina, nuestra casa quedaba a dos casas de la esquina, unas cinco cuadras rectas hasta llegar a la avenida principal; ahí pasaba una ruta de transporte público pero no la utilizábamos muy seguido, todo era en motocicleta; giro a la izquierda para tomar la avenida, que era asfaltada, bajar hasta el puente para cruzar el río y volver a subir, en ese punto ya entrábamos al centro de la ciudad y era identificable porque el pavimentado era con piedritas, es más, creo que aún lo es.

Otras cinco cuadras recto hasta la escuela y listo, fin del viaje, como mi papá trabajaba en el edificio de junto, a veces metía la moto en el parqueadero y nos bajábamos todos y me llevaban a mi hasta la puerta de la escuela donde todos los niños nos agolpábamos para evitar mojarnos.

Hoy no tenemos moto, ni sé qué pasó con la carpa, la RX-115 se la vendió a un mecánico cuando compró el primer carro, ese mecánico moriría sobre ella en un viaje hacia la costa. El edificio de mi escuela es ahora un parqueadero, creo que la escuela ya no existe. El edificio donde trabajaban mis papás está ahí pero lo utiliza otra empresa. Nunca volví a saber nada de mis compañeros de escuela, ni siquiera las redes sociales son útiles, tal vez porque no me acuerdo ni de un solo nombre.

Mientras escribo esto las imágenes vuelven a mi memoria con una fidelidad absurda, como si lo estuviera viviendo. Si hubiera sabido que ese era mi tiempo de felicidad, habría aferrado a él con todas mis fuerzas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

AR..Como se dice: Recordar es vivir.