viernes, diciembre 30, 2011

De Una Polvorienta Navidad

Una navidad que pintaba incluso más aburridora que la del año anterior, terminó siendo para mí un viaje al pasado, una remembranza de mi niñez y la confirmación que los buenos momentos dependen de las ganas más que de los lugares.

Las navidades de mi vida adulta nunca han llegado a ser tan divertidas como las de mi infancia, tanto así que la celebración no genera mayores expectativas para mi, es una fecha normal donde se pasa en familia más por costumbre que por otra cosa. Además el trabajo también ha colaborado para el desapego a la tradición, si no me falla la memoria, he pasado unas cinco navidades absolutamente solo.

Esta que no iba a ser la excepción y en la cual fui sacado a la fuerza del hotel, se convirtió en un torbellino de trago y pólvora que casi me hace llorar. En primer lugar solo estábamos tres personas con una botella de licor y rascaniguas, o martinicas, o como sea que se llaman, son esas pequitas de pólvora que vienen en una hoja de papel cualquiera y se rastrillan con el pie, en mis buenos tiempos también las podía prender con la mano para arrojársela a alguien, aunque en esta ocasión ninguno pudo.

Volcanes convencionales, otros de más tecnologías, bengalas, totes, mariposas, entre otras que no recuerdo el nombre; pero fueron las rascaniguas las que me hicieron feliz, tal vez porque en mi tiempo era la única pólvora que podía usar por su precio y por su menor riesgo de quemadura.

Ya con los tragos en la cabeza todo fue más fácil, así que más trago y más pólvora, y como ya estábamos entonados pues se trajeron los voladores y unos totes que sonaban el doble de duro. Yo no quise que compráramos voladores en la primera ida porque siempre me han parecido extremadamente peligrosos, pero el licor cumple con su labor y a quemar se dijo, admito que la potencia que se siente cuando el volador hala no tiene igual, quedé enviciado.

Los totes nos convirtieron en vándalos, la caneca de la basura del parque salió damnificada, los árboles, las bancas, un arbusto entregó una de sus ramas, en fin. Lo cierto es que reí como niño, como nunca, como siempre, tal vez puedo decir que ha sido una de mis mejores navidades, sencilla pero diferente, no estaba la gente que quiero pero eso no le restó diversión.

Ahora se acaba el año, diría que hora de balances pero no creo que sea necesario, no pasó nada raro, lo peor, parece que tampoco habrán cambios para el que viene, eso sí, como que comeré las uvas para desear más cosas buenas, muchas cosas buenas.


Feliz año para todos!!!

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