viernes, diciembre 01, 2006

Versos chuecos para saludar a Sabina

Bienvenido, Joaquín: ¡santas y buenas!
Bienvenidas tu chispa y tu chivera,
bienvenida tu rubia compañera
que nuestro himno nombra entre cadenas.

Véngase a nos tu corazón erecto,
vengan también tus músicos, tu agente...
Bienvenidos, que toda nuestra gente
quiere escucharte en vivo y en directo.

Cuántas veces, si piensas lo sabrías,
yo te invité a cantar en la sabana.
"Cantaremos mañana", respondías,
para lo mismo responder mañana.

Y le dieron las diez por esperarte
a este pueblo sin mar y con desgracias.
La capital, por fin, te da mil gracias:
cántale mil de nadas de tu parte.

Te lo tengo advertido y sentenciado
que si mezclas amores y trasnocho
te verás en la cama vuelto un ocho.
Polvo serás: mal polvo enamorado.

Ya lo dijo el doctor que tus dislates
moderarás con dieta y ejercicio;
poco alcohol y tabaco, menos vicio;
pongamos que hablo, amigo, de Pilates.

Si el gatillazo das, ilustre artista,
igual lo aplaudiremos con barullo,
pues canta más un gatillazo tuyo
que el concierto de ciertos baladistas.

Con la llave en la mano --la maestra¿
me he quedado cuidando de Madrid
ya que, al saber que tú no estás aquí,
podría venderlo la siniestra diestra.

No iré, pues, al concierto de esta tarde
ni te veré cantar enronquecido
todo de cuero hasta los pies vestido
y de los ojos el marrón, cobarde.

Con tu bombín, tu aspecto de Mefisto,
tu cuerpo escultural de Giacometti
esta noche te bañan en confeti
todos mis coterráneos, por lo visto.

Disfruta a Bogotá, por Dios, Sabina;
desoye las alarmas de las ratas.
Prueba ajiaco y obleas, postre de natas
y un canelazo, que es canela fina.

Date con la Jimena un septimazo,
come empanadas en Las Margaritas,
busca a la Chiva, que él quizá te invita
a un cuchuco de trigo y espinazo.

Pero hasta el parque, en la noventa y tres,
ve con Berry y sin Jime, buen Sabina,
y organiza un safari de sardinas,
que aportan Viagra 2 y Omega 3.

A Monserrate sube, a Fusa baja;
come en Cota cotudos, bebe guaro,
pescuezo en Doña Elvira, que no es caro,
hasta sentir que el cinturón se raja.

Anda a El Campín y ríndete ante el gol,
que juega Santa Fe, y es una ganga;
a la salida ataca una fritanga
y tratarás de tú al colesterol.

Cata las almojábanas de Chía,
bájalas con masato y con refajo;
toma ostras en la calle, qué carajo:
refuerzan por do más pecado había.

Compra en Sanandresito y en la T
y compara los precios y los clientes.
Te juzgo más de aquellos, y de ambientes
como el viernes de salsa en Salomé.

Ve a Palacio y corrompe al puritano,
ve al Congreso y apura al corrompido;
vete a la Catedral y, arrepentido,
bríndale chicha al Dios de los cristianos.

Sal a la ciclovía, trota en los parques,
recita a Silva, silba un vallenato:
no seas hongo de hotel, deja tu cuarto,
pregunta si ha venido García Márquez.

En el Museo del Oro ve sumiso
cómo moldeaban ídem los de aquí.
El Tesoro Quimbaya no está allí.
Pregunta qué fue de este, qué se fizo.

Al salir del concierto, a un taxi trepa,
que es hora de volarse a Chapinero
y coronar en desayunadero
un refrescante caldo con arepa.

Ni cacos con puñal, ni carteristas:
nadie te atracará en la calle oscura.
Verás que Bogotá es lo más segura.
Esas son pendejadas de turistas.

Conquistarás a todas las mujeres,
ganarás mil compadres de postín...
Y serás de este modo, gran Joaquín,
un cachaco canalla: ¿qué más quieres?
Daniel Samper Pizano

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