lunes, noviembre 10, 2008

De la Hora de Morir

En el trayecto de regreso desde Neiva a Bogotá, venía algo ensimismado por no usar otra palabra, había estado en diferentes actividades durante el día y el cierre prometía ser algo más desordenado para sacarme de encima toda la responsabilidad del trabajo.

Total que venía durmiendo todo el camino, eso hasta que empezaron a pasar ofreciendo las bebidas del viaje y pues ya sabía que se acercaba la hora de llegada, todo normal cuando de un momento abro los ojos y casi instantáneamente el avión se movió de un solo lado como si algo se hubiera metido dentro de la hélice derecha, la cuestión fue tan fugaz que la mayoría de las personas levantaron las manos como tratando de aferrarse a algo o tal vez esperando que cayeran las máscaras de oxígeno.

Digo la mayoría porque para mi fue un segundo de paz, de absoluta tranquilidad, de comunión con el universo, tendrá mucho que ver con mi estado somnoliento pero sea cual fuere el motivo mi reacción no se pareció a la de nadie más, ni siquiera fui preso del pánico, solo pensé en lo que debería escribir y en lo último que pensaría antes una catástrofe de esa magnitud.

Y me sentí tranquilo, ya había hablado con mi familia durante el día, había dejado huella en muchas personas, me faltarían muchas cosas más pero ya no era hora de lamentarse, ya todo estaba consumado, si era el momento ya no quedaba mucho por hacer, me imagino que orar para que la muerte fuera lo menos dolorosa posible y sobre todo lo menos traumático para los demás, aunque creo que ni siquiera eso alcancé a hacer.

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