lunes, noviembre 03, 2008

De Una Esposa Deportista

La semana pasada, luego de hacer el cuarto recorrido buscando las gotas que perdí no se en donde, pasé por una de las canchas de la alameda y me pareció particular ver a un grupo de personas, hombre y mujeres, calentando para alguna actividad, daba vueltas alrededor de la cancha y parecían algo organizados, total que decidí que al regresar volvería a ver de qué se trataba todo.

Cuando regresé del paseo ya estaban organizados en equipos y jugando voleibol, parecían empleados públicos, como de aduanas o algo así, tenían entrenador y todo, la cosa parecía bastante seria, tenía que serlo para estar un día entre semana jugando a media tarde. Como en todo, habían jugadores buenos, regulares y malos, de ambos sexos, sin ninguna discriminación, pero entre todos ellos me llamaron la atención tres jugadoras.

La primera, un pedacito de gente de no más de metro y medio de estatura, delgada y con una cara agraciada, realmente no jugó mucho pero su actitud era interesante, de esas que están todo el tiempo metidas en el juego, que hablan mucho y se nota que disfrutan el partido, sus ojos eran muy bonitos pero al salir del encuentro permitió que me concentrara en las otras dos.

La segunda tenía una camiseta de una reconocida universidad, un chicle negro hasta los tobillos y ese aire que denota saber mucho del deporte y haberlo practicado con anterioridad; su cuerpo delataba algunos gorditos bajo la franela pero en general aguantaba, lo particular era que aunque se notaba su experiencia en el juego, cada vez que tenía la posibilidad de intervenir la terminaba cagando con unos errores monumentales que parecían más de principiante, tanto así que el resto de sus compañeros guardaba silencio.

La tercera dama, para mi la más encantadora, parecía algo mayor que las demás, vestía una camiseta grande y un bicicletero oscuro, el cabello recogido en una cola de caballo y la cara sin una gota de maquillaje. Fue fácil notarla porque cada vez que el balón caía estaba pendiente de sus dos hijos que daban vueltas por todo el parque, fue ella la que inspiró el post, lo hizo su actitud guerrera, su concentración en el juego, su rol de madre mientras se medía en el campo contra sus rivales, su juventud reflejada en sus movimientos, en fin, tendrían que haberla visto.

Me encantaría una esposa así, que a pesar de los años conservara ese comportamiento juvenil de deportista y persona vigorosa, que su familia ni el trabajo fueran excusas para tomarse un tiempo para ella y hacer algo que le gustara y que además, estoy seguro, la haría verse muy bien; nada de gimnasios ni píldoras ni cirugía, una actividad básica donde uno suda y se raspa y además hay un ganador y un perdedor. De esas como que ya no se consiguen.

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