Ya va algo adelantado este primer mes del año y nada que podía escribir, muchas cosas en la cabeza y poco tiempo para plasmarlo, también de luto y esperando que sea el último en mucho rato, además, el trabajo no da tregua aunque él mismo se encarga de mantenerme en la incertidumbre.
Vivimos una tensa calma en la oficina puesto que aunque hay mucho que hacer no hay la misma cantidad de trabajo que había antes de finalizar el año anterior, dicen por ahí que somos más que suficientes y cada día se ven cabezas rodar con y sin justificación. En lo que a mis compañeros respecta parece que somos muchos los llamados y pues seremos unos pocos los elegidos, amanecerá y veremos.
Nunca esta situación me ha agobiado, siempre he tenido claro que todo esto es pasajero y en los otros momentos yo he tomado la decisión de partir, ahora es diferente, varias cosas han cambiado y lo hacen para no volver a su estado original, más cosas recaen sobre mis hombros pero aún así no queda mucho por hacer, esperar sentado escuchando los ecos retumbar en las paredes.
El otro estado para considerar es que no hay para donde agarrar, no hay palo para cucharas y en todas partes se observa una situación similar, se ve otra perspectiva del mundo cuando las oportunidades se reducen, pero no por eso hay que dejarse amilanar; somos barquitos de papel cruzando largos ríos llenos de fuertes rápidos y también de aguas mansas.
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