lunes, febrero 19, 2007

De los Funcionarios y las Entidades Públicas

El viernes pasado estuve haciendo una diligencia en una adorable entidad pública para un amigo de mi papá que me solicitó el favor, hacía tiempo ya que no visitaba tan especiales recintos y pues la experiencia fue exacta a como la tenía en mi memoria, aquí el relato de lo acontecido.

En primer lugar la fila para entrar, llegué antes de las ocho de la mañana y ya habían como 60 personas esperando para ingresar, a la hora de la verdad eso no tiene nada de raro, aquí hay que hacer cola para todo. Ya cuando dejaron pasar al primer visitante todo fue tan rápido que me sorprendió, en menos de tres minutos ya estaba yo en la portería con mi identificación en mano para que metieran mis datos en un sistema y me dieran una ficha la cuál con sorpresa me quitó el vigilante que hacía pasar a las personas por la máquina registradora.

A ver me explico mejor, me dieron una de esas tarjetas magnéticas que se pasan por un lector láser y permite el ingreso, la cuestión es que no la tuve en mis manos más de treinta segundos ya que de la cabina donde tomaban los datos a la máquina lectora no habían más de dos metros, pero aún así se tenía que hacer el proceso.

Ya con las indicaciones de a donde dirigirme para reclamar el certificado tuve que acelerar el paso al ver que muchas personas se dirigían al mismo lugar y corrían como en una estampida. En la puerta de la oficina llegamos como cuarenta personas, cinco para reclamar certificados y el resto para pagar impuestos y cosas así; eso sí nos limpiaron las sillas que tienen afuera para esperar y nos pidieron que nos sentáramos ya que aún no estaban listos para atender al público, es decir, la gente podría ingresar pero para hacer la misma fila adentro hasta que los funcionarios llegaran, cosa que fue pasando lentamente.

Treinta minutos después empezaron a llamar gente de la otra fila para que hiciera fila dentro de la oficina, osea, entraban en grupos de diez personas y los poquitos funcionarios que ya estaban atendían a dos o tres y el resto se quedaba esperando dentro, tan simple como eso, a nosotros no nos dejaban entrar porque simplemente no había quien entregara certificados, cosa que le escuché tanto al coordinador de colas como al vigilante que permitía el ingreso a la oficina.

Porque así es señores y señoras, había un funcionario que se encargaba únicamente de decirle al vigilantes cuantas personas podían entrar y de qué fila. Mientras esperábamos con calma, se paseaban distintos funcionarios, parecían de alto rango porque tenían radios de corto alcance y llamaban que al ingeniero, que al administrador y cosas así; resulta que la noche anterior había llovido por varias horas y una estructura externa dispuesta como sala de espera cubierta con una lona se había desplomado por el peso del agua acumulada.

Media lona estaba en el piso y la otra estaba completamente cargada de agua pero en pie, entonces todos los funcionarios veían el proceso de desagüe y comentaban las medidas a tomar para reclamar con el contratista ya que en ninguna parte del contrato decía que si llovía mucho y habían fuertes vientos se debía recoger la lona ya que la estructura podía colapsar. En fin, tomaron fotos para la posteridad y coordinar las labores de limpieza y desalojo para evitar mayores daños, cosa que me parece a mí que con una sola persona se había podido cuadrar.

Cuando la cola de pagos estaba casi vacía se dignaron a llamar a dos personas que necesitaban reclamar certificados, una de ellas salió instantáneamente y me permitieron el ingreso; el señor que había entrado primero estaba siendo atendido y la funcionaria de junto estaba sola, entonces le comenté que venía por un certificado a lo cual respondió que la persona que estaba atendiendo al otro señor también lo haría conmigo.

La silla frente a su escritorio estaba vacía y me senté, evidentemente no pude evitar escuchar la conversación con otra funcionaria que tampoco atendía a nadie, la cuestión era que esta señora simplemente estaba visitando la página de la entidad y revisando todos los cursos gratuitos que habían para ella y para sus hijos, es decir, natación, squash, danzas, una fiesta en un reconocido bar y muchas cosas más; mientras tanto yo esperaba y muchas otras personas afuera también, pero las dos funcionarias no atendían a nadie.

Ya completamente decidido e inspirado para registrar esta vivencia en mi blog, me centré de nuevo en el señor y la funcionaria que la atendía, su certificado no aparecía y la señora le decía que si no estaba registrado en el sistema pues simplemente no tendría su certificado, de todas maneras le preguntó que si había pagado lo que solicitaba a lo cual es señor respondió mostrando su recibo y la funcionaria le dijo que a pesar de haber pagado pues no había entradas en el sistema, que iba a arreglar esa situación pero tendría que esperar hasta que atendiera a todos los demás, entre esos a mi, cosa tan sencilla como buscar mi certificado y hacerme firma el recibido.

Me tomó casi una hora y media ser atendido para ser despachado en dos minutos, eso sí tuve tiempo para reflexionar acerca de la desidia de los funcionarios públicos, de las extremas e ineficientes medidas de seguridad de las entidades públicas, de como tratan a sus clientes como si fueran a pedir limosna y también de cómo nos parecemos los latinoamericanos en tantas cosas.

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