Las mujeres tienen una cualidad envidiable: La ignorancia, o mejor, la de ignorar las cosas por voluntad propia, o mejor la de hacer como si nada pasara, o mejor, la de atenerse solo a lo superficial cuando nada más les conviene.
Me refiero a que ustedes pueden creer que nada pasa luego de una noche en la que uno les declaró el amor y trató de besarlas pero no fue correspondido, ustedes se levantan a la mañana siguiente y piensan que fueron muy claras en su desinterés y en que no quieren perder la amistad entonces en ese primer encuentro, y en los subsiguientes, siguen como si el evento no hubiera ocurrido.
Las conversaciones giran en torno al tipo que sí les gusta, a sus encuentro con él y en lo que las hace sentir; cuando están caritativas tratan de convencerlo a uno que debe salir con alguien, que es demasiado bueno para estar solo, hasta postulan nombres de sus amigas y la bonita pareja que harían juntos.
Uno, como buen caballero, hace de tripas corazón y aguanta con estoicismo, sabe que ya todo está perdido pero está lo suficientemente tragado como para resistirlo todo, siempre hay una esperanza, no deja de preguntarse qué le ve a ese tipo que la trata tan mal y no la quiere como lo hace uno, y ustedes siguen ahí... como si nada.
Lo más gracioso del asunto es su gran capacidad de ignorar, asumen que por el tipo de conversaciones todo el asunto quedó atrás y ahora la amistad es más fuerte que nunca, se vuelven presas, con o sin conciencia, de su propio ideal de felicidad donde los hombres podemos ser amigos de las mujeres luego de haber expresado nuestro interés sexual y ustedes reciben lo que quieren del guevón que anda con la vieja que uno quiere.
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