martes, julio 14, 2009

De Las Madres Solteras

Cuando estuve en Venezuela tuve la oportunidad de salir con una madre soltera, en realidad no era tan soltera, estaba casada, en el papel pero casada, en vista del embarazo había sido obligada a casarse con el padre de la criatura y cuando yo la conocí solo compartían a la niña y nada más, cada quien por su lado, por lo menos eso decía ella.

Aclaro que era una pelada juiciosa, dedicada al trabajo y a sacar adelante a su bebé, me parecía que me quería mucho y me conquistó con pequeños detalles. Yo traté de dar lo mejor de mi en la relación, ella ya había sufrido lo suficiente con el papá de la bebé y no aguantaba que yo le jorobara la vida, tanto así que nos conocíamos con el marido y siempre le decía que yo era un buen tipo y le alegraba que estuviéramos juntos, por lo menos eso decía ella.

La cuestión es que nunca fue fácil para mi, mientra yo era un tipo independiente que no le daba razones a nadie, ella tenía que responder por su bebé, por ella misma, por su mamá que era una especia de puritana que no veía con buenos ojos que ella estuviera separada de su marido. Entonces los momentos juntos eran escasos y aparte de escasos eran restringidos en tiempo por aquello del tetero, de las horas de llegada a la casa, por las llamadas exigiendo cosas que aparentemente eran excusas para demandar presencia en el hogar, por lo menos eso decía ella.

Cuando el rato era un paseo familiar no era menos complicado, la bebé era pequeña e inquieta y había que estar pendiente de ella a cada momento, eso sí, como la mayoría de bebés que conozco parecía llevarse bien conmigo, pero definitivamente no estaba ni estoy preparado para criar, parece no venir en mis genes; al final la relación no perduró por varias razones, pero entre ellas la más fuerte fue el simple hecho que ella era una madre soltera.

Prejuicioso de mi parte pero verdadero, no lo digo con orgullo pero es cierto gústele a quien le guste; es obvio que en estos tiempo el no querer estar con una persona que tenga hijos sesga la posibilidades de una relación casi a la mitad, pero también es cierto que no soy lo suficientemente perezoso como para no hacer un hijo, además no me parece justo que uno se esté criando al mismo tiempo que la criatura, lo más justo sería que uno fuera lo suficientemente maduro como para llevar la paternidad de la mejor manera.

Por eso cuando me reprocharon por hacerme viejo y no parir, subrayando que no hay nada tan especial como el llegar a casa y ser llamado padre, solo me quedó por responder que mi hijo deberá llegar con un pan debajo de un brazo y con su madre en el otro.

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