Aprovecho la conversación con Jhon Fredy, que en ese momento tiene compañía femenina, para que los dos me den su interpretación acerca de la afirmación de tener mucho tiempo para conocernos y también el querer estar tranquila en este momento.
Ella responde que simplemente es una confusión, que debo darle su espacio para que tenga una perspectiva mucho más amplia; mientras él, con una visión más masculina, por no decir machista, opina que debo seguir mi camino como si nada, que si realmente hay interés ella vendrá a mi y que si no lo hace pues suerte, la vida continua.
Esto demuestra cómo vemos las cosas los hombres y las mujeres, de una manera tan diferente, es como hablar dos idiomas distintos y no encontrar traductor, la diferencia fundamental radica en que nosotros siempre queremos continuar, mientras ustedes parecen querer mascullar todo con más calma, nosotros somos más arrebatados mientras ustedes prefieren hacer un alto en el camino, pero mientras se detienen tienden a perder la dirección y además darnos las indicaciones incorrectas.
Debo aclarar que estoy completamente de acuerdo con Jhon, más ahora que, con mi peculiar estilo, indagué al respecto recibiendo la ya conocida respuesta que hundió todo: Es que no eres tu, soy yo. Evidentemente ya nada tenía salvación, pero necesitaba saber cómo se podía levitar en la distancia, sin hacer nada, lo cual a veces es mucho más difícil que actuar, pero me di cuenta que la levedad esta vez era muy soportable, lo suficientemente soportable para responder con muchas frases de cajón que me dejaron probar el fango.
No creo que la diferencia entre géneros sea tan profunda, aunque hay una que es insalvable: El lenguaje. Si tan solo lográramos sintonizar las frecuencias todo sería distinto, pero milenios de un costumbrismo incorrecto no permiten que seamos lo suficientemente claros. Eso sí, cuando se encuentra la franqueza deseada pero se reciben las noticias indeseadas haber sobrepasado las barreras del lenguaje no sirve de nada.
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