jueves, junio 21, 2007

De las Visitas Familiares

LLegó la familia a pasar vacaciones, llegaron los progenitores con mis sobrinas, ah y por supuesto llegó el perro que no se pierde la corrida de un catre. Llegó la sangre que se ve muy pocas veces al año, llegó la temporada de armarse de paciencia y respirar profundo.

La familia es la familia y siempre hace mucha falta, generalmente eso se demuestra los primeros tres días de la visita, ya los siguientes quince días uno siente que el vacío que tenía se llenó y se retiene para no gritar al no encontrar las cosas donde las dejó o al tener que hacer cosas fuera de la rutina.

Aquí aclaro que luego que se van uno siente un vacío inmenso durante los primeros tres días y solo espera que lleguen las siguientes vacaciones para volverlos a ver, de ahí en adelante todo regresa a la normalidad y uno se siente en paz y disfruta de la calma y el silencio. Es un círculo vicioso estúpido pero que tiene que vivirse en cada temporada.

Para esta visita en particular ya me había preparado sicológicamente, mucha meditación, mucho pensar antes de actuar, cuidado con las cosas que se dicen y que se hacen, mucha calma y mucho aguante. En lo físico pues desalojé el cuarto, me llevó todo lo necesario para sobrevivir estas semanas sin molestarlos, la ropa, los zapatos, todo lo que necesito cada mañana para salir a trabajar y cada noche para irme a acostar, simple.

De todas manera su presencia modifica bastante las cosas, me tocó bañarme en una ducha que desconozco, otro baño, no tengo radio para acompañarme mientras me levanto, no hay espacio para hacer los ejercicios matinales, en fin, solo algo diferente pero afortunadamente es por poco tiempo, o por lo menos eso espero, ojalá el tiempo suficiente para que todo salga bien, sin contratiempos, disfrutando el rato juntos sin molestarnos. Dios quiera.

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