Muchas veces en la vida cometemos el error de considerarnos dueños de cosas, personas o situaciones que en realidad son ajenas, por una u otra razón creemos que ese algo es nuestro por derecho, pero el mundo con su manera cruel se encarga de aterrizarnos con dolor.
Creo yo que el mayor porcentaje de éstas suposiciones se da porque hacemos mérito para poseer algo, por ejemplo, llevamos mucho tiempo en la empresa haciendo bien las cosas y se va nuestro jefe, entonces nos sentimos propietarios del nuevo cargo mientras los directivos presentan al nuevo jefe, así es la vida.
Otro buen ejemplo es con las mujeres, nos comportamos comos reyes, con detalles, atentos, las invitamos a buenos planes, escuchamos con interés y dejamos pasar el tiempo con mucho aguante, entonces, viene otro más vivo que en un mes hace el mismo recorrido y se lleva a la dama sin pensarlo dos veces, lo peor de este caso es que sólo nos convertimos en su mejor amigo y ahora tenemos que oirla y verla llorar por las marranadas del patán ese.
En fin, son tantos casos que tanto ustedes como yo hemos visto y vivido que no es necesario ahondar en ellos, lo que uno debe aprender de todas estas situaciones es que no hay que dar nada por sentado, así como el buen delantero acompañar el balón hasta el final porque nunca se sabe que puede pasar; también es muy importante arriesgarse y dar esa puntada final sin temor a equivocarse, muchas veces también se pierde por no ser agresivos así que solo queda lanzarse al vacío y ver qué pasa.
Alguien me decía que el que no arriesga no gana ni pierde, pero para mi sí se pierde, ya que aunque aparentemente la situación se mantiene como estaba, la duda sigue devorando el alma, así que es mejor salir de eso y que el dolor sea inmediato y no una lamento agónico sin fin. Hace algún tiempo me prometí eso y hoy por hoy sigo fiel a mi creencia.
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