¡¡¡Tremenda película!!! Una adaptación de una historia de la vida real desgarradora y brutal. Una vida real que supera la ficción a cada momento y se presta para crear cintas como éstas. Un llamado de atención más que sutil para el resto del mundo, para que se fije en lo que sucede a su alrededor y deje de girar la vista hacia otro lado.
Lo primero que se me vino a la cabeza cuando vi la película fue la similitud entre la imágenes y los relatos de las masacres paramilitares en mi país, y sin querer queriendo, encuentro una columna en un periódico de alta circulación nacional que hace el mismo símil. Es aterrador como a comienzos del nuevo siglo nos seguimos comportando como bestias carniceras.
No importa cuanto avancemos, cuan lejos lleguen nuestros descubrimientos, cuanto crezca la economía, en algunas partes del mundo, como aquí, vivimos una guerra sin cuartel muy al estilo de los hunos, de los vikingos, de las cruzadas o de la conquista del nuevo mundo; siempre he creído que quien no conoce la historia está condenado a repetirla, pero hay quienes se empecinan en ello.
Como dice Mecano: "Yo no sé, ni quiero, de las razones que dan derecho a matar, deben ser la hostia, porque el que muere no vive más, no vive más..." Una persona que fallece es un dolor para una familia, una masacre lo es para un pueblo, y un genocidio lo debe ser para el mundo; pero todo depende de dónde sucedan las muertes, porque si acontecen en estos parajes subdesarrollados parece que no atañen a nadie.
El problema no es de dónde somos, ni que color de piel tenemos, ni en qué creemos, el problema es que permitimos que estas diferencias justifiquen actos atroces, el problema es que nos sintamos menos por ser lo que somos, es problema es que nos arrodillemos y nos guste vivir en zozobra, el problema es el silencio.
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